18
enero
Maldades de la embajada de USA
I
Cuando tenía 17 años, vivía en Villa de Cura y pertenecía a la Juventud Comunista de Venezuela. Allí conocí a una dama a quien llamaban Diana, la húngara. Una bellísima mujer a quien nunca le dije nada que no fuera político, ya que en el partido, nos decían que viéramos a las muchachas como hermanas de lucha y no como mujeres apetecibles. Así que, como un gafo y por más de un año, intenté disfrutar de su intelecto revolucionario, y no de sus pródigas curvas.