22
julio
Aquiles y la ninfa de Valeria
Tuvo que cerrar los ojos para poder verlas. Náyades y oréades susurraban su presencia mientras dibujaban a su alrededor un maná de agua fresca, con finas líneas de plata y mármol. El silencio de las piedras se volvió voz de taberna y aquel olor a miel y mosto fermentado del mulsum le trasladó a esos tiempos en los que el Imperio Romano de occidente hizo suyos aquellos paisajes manchegos.
Cuando Aquiles Guerrero conoció las ruinas de la ciudad romana de Valeria, se enamoró perdidamente de una ninfa.