El motor solidario de Lavapiés
El 25 de noviembre se celebró el Día Internacional contra la Violencia de Género y la Asociación Triángulo (AT) organizó un concierto con un grupo de cámara en la Plaza de la Villa, junto a la calle Mayor. Los músicos de esa agrupación eran todos venezolanos.
Asociación Triángulo se ocupa de atender a los venezolanos que se encuentran en la capital del Reino en situación precaria; pero su actividad abarca, en muchas ocasiones, a inmigrantes provenientes de otras naciones, especialmente latinoamericanas y del África subsahariana. Sus directivos, todos excepto su fundador y motor principal (que es madrileño), son venezolanos.
A Madrid han llegado muchos venezolanos, académicos de la música y/o virtuosos de algún instrumento. Hay interés, desde AT, en integrarlos a este medio ambiente. Por ello, se tejen relaciones con el Conservatorio de la Comunidad de Madrid y con la Escuela Superior de Canto. Gerardo José Pérez Meliá, Gerjo, conocido en las redes sobre todo como el director del festival LesGaiCineMadrid durante 25 ediciones, es el artífice de AT y quien está logrando esos espacios para los músicos venezolanos.
Por la gente, desde la gente
Asociación Triángulo fue creada hace unos meses, luego de romper Gerjo con la organización con la cual venía trabajando (pero es una página que prefiere pasar sin dar detalles); funciona en un local amplio y cómodo del barrio de Lavapiés, que Gerjo consiguió desde su cama de hospitalización donde se hallaba postrado por culpa de la Covid-19. El primero de agosto de este año abrió sus puertas.
Esta ONG se ha conectado con Refugiados Sin Fronteras y con organizaciones similares en España y más allá. A Gerjo le acompaña un ejército grande y variopinto de voluntarios, todos ellos venezolanos. Los de la directiva también lo son. El principal objetivo del grupo es proteger a los más vulnerables, respaldarlos, buscarles cobijo. Los intereses del colectivo LGTBI y el afincamiento cultural de los venezolanos en España son temas prioritarios, igualmente.
Gerjo tiene el don de concitar buenas voluntades. Ha desarrollado esa herramienta desde hace años, buscando el bienestar del prójimo. Comenzó en 1988 en la organización cristiana Manos Unidas pero pronto montó tienda aparte. Es madrileño, pero ahora, dice, es más venezolano que otra cosa. Cuando se refiere a alguien que le ha jugado una mala pasada, se expresa como un malandro de Petare o Catia. Tiene carácter y es un gran mediador. Es un activista respetado entre las instituciones y autoridades de Madrid. En el ayuntamiento reconocen su capacidad de entrega a los demás.
Asociación Triángulo es él y la legión de voluntarios que le sigue. ¿Cómo se logra el respaldo, la cohesión y la energía en una ciudad donde llegan día a día tantos necesitados sin papeles y sin medios de subsistencia? Con trabajo. Por ejemplo: hay un piso en la zona central donde moraban, o moran, catorce trabajadoras sexuales (diferentes nacionalidades) que en medio del confinamiento la estaban pasando muy mal, no tenían ni qué comer. Como no estaban empadronadas y les dijeron a los de Servicios Sociales que estaban haciendo teletrabajo, institucionalmente (digamos, oficialmente) no se podía hacer nada por ellas.
Sin embargo, desde el ayuntamiento le pidieron a Gerjo, a sus voluntarios, si podían llevarles comida. Lo hicieron. Luego, Margot, asesora de un concejal del Distrito Centro y de quien Gerjo habla maravillas, le contó el caso de un gay hospitalizado: sin recursos, sin empadronamiento, sin hogar, sin nada. Margot preguntó si los de Triángulo podían hacer algo por él. Le consiguieron casa y comida al chico en cuanto salió del hospital.
El ayuntamiento les adjudicó ocho vehículos a gas para el reparto de las comidas casa por casa. Así van, ganándose la confianza de las fundaciones, oficinas institucionales locales y empresas privadas que les apoyan. Refugiados atendiendo a refugiados, aun cuando no todos tengan ese estatus legal (más bien, solo unos pocos). Gerjo hizo un convenio con el Hospital Ramón y Cajal, mediante el cual reciben medicinas gratuitas. Entre ellas, retrovirales. Marta Cura, una venezolana que coordina el voluntariado de Refugiados sin Fronteras, se encarga de la distribución. Susan Torres, del estado Portuguesa, es médico graduada por la Universidad Francisco de Miranda y ayuda en todo lo que puede. Se le pregunta qué la mueve a estar todos los días en esto y dice sin titubeos:
"Simplemente, aportar mi granito de arena a los venezolanos que llegan aquí sin recursos".
Su compañero, Jesús, también es voluntario y nació igualmente en el estado Portuguesa, llegaron juntos a Madrid. Ellos calculan más de 200 voluntarios, casi trescientos rotándose en sus tareas, mañana y tarde. Claro que hay un núcleo principal de unos veinte que atiende, limpia, vela por el cumplimiento de normas anti Covid-19, hace convocatorias a reuniones y eventos, distribuye los almuerzos. Eso, todos los días.
En estas semanas reparten 360 comidas diarias. Menú muy completo, raciones generosas en envases higiénicos, aspecto muy apetitoso. Una ONG internacional suele entregarles esa donación, pero no es la única.
La cadena Carrefour les donó un gran lote de ropa nueva, de invierno: casi dos mil piezas reunidas en cajas y colgadores se encuentran (o se encontraban) ordenadas en una de las habitaciones dentro del local de Lavapiés, listas para ser distribuidas a quienes más las necesitaran. Cuenta la ONG con un registro, con papeles de empadronamiento, de la Seguridad Social y sobre situación laboral de cada individualidad o familia. Por allí se guían para la distribución, estableciendo prioridades.
Asociación Triángulo trata ahora de organizarse en red, con instituciones hermanas en Barcelona, Tenerife y Valencia. En el exterior con Bélgica, Argentina y Chile.
El día en que se hicieron las entrevistas para esta nota estaban terminando de empaquetar un envío destinado a un hospital de Acarigua. Cada día nace un reto, una carencia, un acto solidario, un amigo dentro o fuera de Madrid, dentro o fuera de España dispuesto a unirse. La red crecerá.
Cualquiera puede acercarse por calle Tribulete número 20, en Lavapiés. Notará que está llegando por el bullicio, sobre todo si es sábado y dentro se ha montado ante el micrófono un músico con una guitarra entre las manos.