Más allá de la bandera: por qué la comunidad LGBTI necesita más que símbolos para vivir en paz
La comunidad LGBTI es una realidad en el mundo porque es una muestra de nuestra sociedad, y ¿Qué es la sociedad? para mí es simple: la asociación amistosa de individuos (personas íntegras e indivisibles, con personalidades diversas) que conviven y actúan de forma ordenada, comunicándose y cooperando entre sí.
Sin embargo, siempre hemos tenido la necesidad de remarcar entre “ellos” y “nosotros”, es por esto que muchos países "los aceptan" y "los respetan", "los dejan vivir en paz", "los reconocen y los valoran". Por eso, usan la bandera del arco iris como un signo de diversidad y celebración.
Pero también, el uso de este símbolo icónico puede ser un signo de aislamiento, segregación, confrontación y autoexclusión. Los que no son como ellos los ignoran o los atacan. Los pretenden hacer sentir diferentes y marginados. Pero esto es lógico, partiendo del hecho de que una sociedad fragmentada y dividida es más vulnerable a ser manipulada al antojo de los autócratas.
Todos somos iguales en lo esencial y tenemos los mismos derechos a mostrarnos tal cual somos respetando las diferencias ideológicas que pudieran existir. No importa cómo seamos o a quién amemos, ni el credo ni la apariencia física. Lo que sí importa es el hecho de que no deberíamos usar símbolos para separarnos o enfrentarnos.
Los nazis lo hicieron con los judíos. Les pusieron una estrella amarilla para aislarlos y exterminarlos. Fue una barbarie sin nombre. No debemos olvidar la historia.
Y sé que en este caso la bandera no nació con esta idea, pero es lógico pensar que con el afán de “autodiferenciarnos” del resto podemos caer en la trampa de la estigmatización. Como el "banco de la igualdad de mi pueblo" que es el único de color morado entre todos los de color marrón. No entiendo esos conceptos de "igualdad" resaltados con el rotulador de la instrumentalización.
Debemos integrarnos y apreciarnos como seres humanos. Debemos promover la libertad y la dignidad de todos. Debemos cuidar nuestra salud y la de nuestra sociedad.
La Declaración Universal de los Derechos Humanos lo dice. La Constitución lo dice. Debemos trabajar porque esto se cumpla, la democracia es un ser orgánico que requiere de cuidados constantes, la libertad debería ser nuestra verdadera lucha, alejarnos de todo estigma y construir las bases para vivir en plenitud cívica.
Obviamente esto no es tarea fácil, la comunidad LGBTI (y muchos otros “individuos etiquetados” de nuestra sociedad) sigue sufriendo el estigma, la exclusión y la discriminación generalizada en todo el mundo, incluso en sectores como la educación, el empleo y la atención sanitaria, así como en los hogares y en las comunidades. La violencia y el odio siguen amenazando la vida de todos por igual.
Según un informe de la Asociación Internacional de Gays, Lesbianas, Bisexuales, Trans e Intersexuales (ILGA), las relaciones homosexuales se encuentran penalizadas en 67 países, con sentencias que van desde unos pocos meses de prisión a la pena de muerte. En algunos lugares, como Uganda, se pretende criminalizar incluso la identidad homosexual.
Ante este panorama, es necesario que la comunidad internacional actúe con firmeza y solidaridad para proteger los derechos humanos de las personas en general. Es necesario que se reconozca una sociedad que es diversa por naturaleza y que no necesita hacer uso de iconos, etiquetas ni proclamas para autovalorarse. Es necesario que se promueva la educación, la sensibilización y el diálogo para combatir los prejuicios y los estereotipos. Es necesario que se apoye a las organizaciones y activistas que luchan por la igualdad y la justicia.
La comunidad LGBTI no es una minoría. Es parte de nuestra humanidad. Su lucha es nuestra lucha. Su sueño es nuestro sueño. Un sueño de un mundo donde nadie tenga que ocultar quién es o a quién ama. Un mundo donde nadie tenga que sufrir por ser diferente. Un mundo donde todos podamos vivir libres, construyendo las bases de sociedades sólidas y con perspectivas de autodeterminación.
No necesitamos símbolos para identificarnos y diferenciarnos. Necesitamos valores para convivir y cooperar. Necesitamos respeto, tolerancia y solidaridad para crear una sociedad más justa e inclusiva para todos.