John Petrizzelli: “El conjuro de los cardos reúne mis dos pasiones: el viaje y la fotografía”
"El conjuro de los cardos reúne mis dos pasiones: el viaje y la fotografía", así definió el cineasta venezolano John Petrizzelli su más reciente libro en el conversatorio que mantuvo con el veterano periodista Sebastián de la Nuez organizado por Venezuelan Press. La actividad se llevó a cabo el pasado 10 de junio en Santana Art Gallery, con el aforo completo y la presencia de destacadas personalidades del ámbito cultural como Boris Izaguirre, Juan Carlos Chirinos, Edgar Borges, Antonino Nieto, Gerjo Pérez-Meliá, Mario Crespo, Laura Oramas, Janis Ozolins e Isabel Lorenz.
El evento también se transmitió por la sala zoom de la Asociación, donde el público pudo disfrutarlo de forma remota. Las palabras de bienvenida estuvieron a cargo de Miguel Ángel Santana, propietario de la galería, y de David Malavé, editor de Kalathos. Las palabras de despedida estuvieron a cargo de la poetisa Sonia Chocrón, conectada para leer parte del prólogo que escribiera para la obra.
El conjuro de los cardos (Kalathos, 2020) es una invocación de pesares, de enconos y de espíritus mágicos. Y con este hermosa oda al periodismo desde la perspectiva humana, retomó Venezuelan Press sus actividades presenciales -en formato mixto para respetar las medidas de seguridad sanitaria- con la inestimable colaboración de D'Ambrosio Producciones, Kalathos editorial, Santana Art Gallery, Muik Sound y Gabriel Araujo, consultor senior de BVI Business Value Inc.
Las lecturas
El conjuro de los cardos es un libro de prosa poética y fotografías a color que, individual y en conjunto, conforman una gran obra. Parte de estas fotografías estuvieron expuestas ese día en Santana Art Gallery, donde continúan a disposición del público en general. Se trata de escenas y situaciones captadas en Canadá, Filipinas, Haití, Marruecos, Nueva Zelanda, Santo Tomé, Somalia, Venezuela y otros viajes realizados por el autor. Las palabras, por su parte, fueron interpretadas por ellos...
Mariela Díaz Romero
El santo: La meseta de las voces ásperas y las llagas abiertas del Santo como bandera recibieron indiferentes a la diáspora, mareada por el oleaje. El Santo, nazareno por un día, porque también cargó su cruz, recibió el barco cargado de trópico naufrago manchado de sangres y afrentas. En ese altiplano de peñascos y cabras, descendimos para respirar las libertades del viento cortante, olvidando los ojos fríos del jaguar decapitado sin clemencia y la aureola de muerte que apestaba en círculo maloliente cada madrugada. Habíamos logrado escapar.
Mariza Bafile
Letras sucias: Los restos de un paisaje de cadenas preceden el haz en círculos del faro y los milagros de la embarcación. La forma deambula entre las rocas y las columnas olvidadas. Va pensando en los cortes dolorosos del mármol, sintiendo en sus manos los puñales de los niños que se clavan en las volutas de los dispersos vestigios. Mareos y vómitos continuos se corresponden con las esquinas borrosas del paisaje y el reproche vigoroso del sueño. Letras sucias abren el paso al cáliz invertido de la sonrisa, y la forma entiende los mantos agrietados de los labios ajenos. Abre con cuidado los aplausos y las monedas que como fantasmas pululan por el anfiteatro, y deja caer sus dientes en el proceder de un archivo. Cuando la tierra suture los bastiones óseos, los jabalíes volverán a voluntad del no muy lejano océano, y como águilas recordarán el vuelo de los cofres hasta alcanzar las decaídas esquinas de la forma, para ese entonces víctima de su febril ensueño.
Antonino Nieto
Me Zóchi: El enjambre pegajoso de espíritus no conoce de puertas. Se sienten con derecho propio a esa habitación de blanco sucio y moho en las esquinas, donde tantos sudaron y ofrendaron su sangre a la vorágine de pulgas hambrientas. Juegan al ajedrez en los pasillos con la tranquilidad que les da saber que el actual inquilino será pronto sombra, luego de resistirse en vano al mar del destiempo en la cama que cruje bajo el mosquitero hecho vela. Cuando la curtida maleta del transeúnte pobre se aleje prófuga con su dueño hacia otro hotel del devastado altiplano, los espíritus entrarán sin pudor ni afán al cuarto numero 11, su favorito, para beber una a una las gotas de los sueños olvidados por el último huesped. Hablarán en mil lenguas sobre sus próximas decisiones, mientras preparan sus armas. El asalto final a toda forma de hospedaje los hará dueños sin enmienda de nuestro transcurrir.
José Miguel Navas
Agridulce Punto final: La noche de los abanicos se abrió sobre el gesto de la tijera, valor de la alta peluquería. Reinas de belleza se retrataron en los biombos para recordar por siempre el sueño de este grano de arroz, dream rice es su nombre para la venta. Fuera de los espejos, sin acercarse a la mirada del azogue, todavía espera el agridulce, señor supremo de ambiente y paladar. Los cazadores de la perdiz en amaneceres, geografía y pájaro, visten los rifles del miedo. Es un hecho: el dueño de los dos sabores y los dos estados caerá de rodillas en alguna provincia cercana al agua en remolino. La presa, prueba del disparo, nunca será tal. Cautiva, pedirá la muerte. Los cazadores preferirán otorgarle prisión como castigo, acostumbrados, como llegaron a estar, al portento de la sutileza, cara de aquella noche que alguien sembró de abanicos.
Fotos: Lorena Arraiz y Alfredo Peña