Calendario, el salto al vacío
Sin pretensiones literarias va Calendario, como ofrenda a esa llama que pervive en el corazón de cada quien, y a las lágrimas que todos hemos derramado en su día.
Calendario se puede adquirir en Amazon.
Calendario comprende doce fragmentos de una obra mayor, la historia de Amanda, que dejé aparcada por no ser capaz de imaginarme hacia dónde evolucionaría. Por ello, en el equipo, todos identificamos como Amanda al personaje que vuelca su alma en las 142 líneas que constituyen este libro, aunque en ninguna de ellas se indica de quién es la voz que se levanta desde el texto.
A decir verdad, ni siquiera fui yo quien le asignó ese nombre. Se lo puso alguien más que lo relacionaba con la protagonista de otra historia, que también viajaba en tren. Porque Calendario son diez de las cartas que escribía Amanda desde un tren cada mañana, cuando iba a trabajar, dirigidas a un amante remoto. Los otros dos textos que completan los meses del año forman parte de la narración que fluía alternándose con la correspondencia y están escritos en tercera persona.
Abandonada la empresa de escribir esa obra, alguien que conocía bien esta historia me instó a rescatar las cartas, que transformó en delicadas acuarelas: Nidia Tabarez. Son esas imágenes las que justifican que 142 líneas se transformen en un libro, con la intención de comunicar al lector en dos códigos distintos una misma realidad.
De manera similar, Roberto Tarzieris hizo su propia interpretación del mes de diciembre en un bellísimo video.
Fue Les Quintero, amiga, y editora de los Venezolanos de Ultramar, quien accedió a albergar Calendario en el catálogo de la Editorial Lector Cómplice. Hemos recorrido juntas ya muchas millas, y me impresiona su tesón y su resiliencia para seguir publicando, aun en las circunstancias más adversas, textos de indudable calidad.
Llegado el momento, me armé de valor y me dirigí a una de las grandes poetas contemporáneas españolas, con quien el destino quiso que mi camino se cruzara en algún punto: María Antonia Ricas Peces, quien generosamente accedió a prologar la obra.
Habiendo concretado el contenido, llegó el momento de concebir el continente. No hay palabras para describir la paciencia del diseñador Mariano Rosas para complacer numerosos requerimientos, algunos de ellos impuestos por la propia obra y por la necesidad de que aun el texto más largo se ajustara a una sola página. Y, entre las diversas opciones de las que disponíamos para la portada, elegimos la de la ilustradora española Clara Ochoa Gracia, por su sobriedad y delicadeza.
Es fuerza decir que, si la obra hubiera sido impresa en Venezuela, no hubiera sido posible distribuirla en el extranjero. Por ello que decidimos publicarla desde Amazon, aun a riesgo de no poder supervisar la impresión, que se haría en cada uno de los lugares de destino.
Calendario es, en fin, un experimento en el que han concurrido muchas personas, venezolanas y españolas. He atravesado por infinitas dudas, tropiezos, vacilaciones…
El libro ha pasado por diversos lectores, cuya opinión era valorable para mí. Fue el escritor Edgar Borges quien me dio el espaldarazo que necesitaba para seguir.
“Me encantó. Creo que lo aquí expresado está en otro nivel, el nivel de la existencia, que es lo que a mí me interesa del arte. Que un creador, con la universalidad de su mundo, logre conectar su intimidad con la de los otros seres humanos”, me dijo Borges.
Convine en que tenía razón: creo que todos podemos reconocernos en la voz de Amanda. No se trata para nada de una situación original, sino de algo tan antiguo y cotidiano como el amor, expresado esta vez en el lenguaje mío.
Sin pretensiones literarias de ninguna especie, va Calendario como ofrenda a esa llama que pervive en el corazón de cada quien, y a las lágrimas que todos hemos derramado en su día.