Bus TV, un noticiero que se baja de una buseta y se sube en la otra
Surgido como iniciativa para informar “en vivo” sobre la actualidad a los pasajeros del ya maltrecho transporte público venezolano, Bus TV se ha convertido en experiencia periodística única, que burla la represión, censuras y saboteos en un país saturado de política y donde disentir del gobierno a veces te hace acreedor del insulto de algún intolerante o se paga con un boleto del “vas preso, chica”, tan de uso corriente en los cuerpos policiales. Su creadora, la periodista Laura Helena Castillo, confiesa que sube a las busetas para dar las noticias del día pero cuando se baja queda sorprendida de lo mucho que la gente sabe y no se atreve a contar.
Hay periodistas a quienes echan de una sala de redacción, bien sea por reducción de personal o cualquier otro motivo, y al siguiente día te los consigues en la radio o cumpliendo la cobertura de economía o deportes para otro diario o revista. No es el caso de Laura Helena Castillo, por supuesto, pero algo me lo recuerda cuando la gente la ve subir a una buseta que cubre la ruta Catia-Chacao, y a la media hora está abordando otra que se dirige desde La Vega hasta Antímano –parándose incluso en el rayao–, pero no para vender galletas o toallitas sino para informar a los pasajeros acerca de la Venezuela real, esa que los medios oficialistas pretenden escamotear, a través de cadenas presidenciales, o simplemente cerrando –porque les da la gana– las emisoras de radio que entrevistan a un diputado de la Asamblea Nacional.
Para ubicarnos mejor, digamos que Bus TV es una fórmula de emprendimiento periodístico donde el único que gana es quien logra “coronar” una buseta, se sienta y observa con atención a Laura Helena Castillo recitar las noticias del día, dentro de una pantalla de cartón que simula el televisor que tenemos en casa, mientras su asistente sostiene el dispositivo, y aunque la gente en principio sonríe termina por enterarse, por ejemplo, de que, según el médico Julio Castro, entre 8% a 11% de los ciudadanos podrían haber enfermado de covid-19.
“La idea surgió en mayo de 2017, durante el largo ciclo de protestas contra del gobierno de Maduro, lo que supuso un primer inconveniente, ya que para entonces la calle se calentó por varios meses, y era un lugar hostil, polvoriento, con olor a gas y emboscadas de funcionarios, con heridos y muertos”, recuerda Laura Helena Castillo, reportera que entró un día a El Nacional y 15 años después salió tras haber ocupado la jefatura en diversas secciones hasta desarrollar con éxito la Coordinación de Investigación, especializada en asuntos de política social (pobreza, desigualdad, educación y violencia).
Ha sido profesora universitaria desde hace más de una década; de manera que sabe mucho del periodismo que se ejerce en Venezuela. Como una activa militante de la información, Castillo entendió que en un país distópico como el actual, donde informar puede ser vista como actividad subversiva, durante los días de la aparición de Bus TV, “la calle era una tarima para la creatividad, había encuentros para llenarla de contenido, energía para desafiar la censura, ingenuidad para desafiar a los militares. Fue todo muy callejero, con lo caluroso y lo estridente que esto implica”.
Más que una iniciativa, la periodista Milagros Socorro lo considera que Bus TV es “un emprendimiento excepcional en los tiempos que corren, porque es de los poquísimos medios nuevos que son off line (no circula en internet)”, y lo resume así: “La idea es tan sencilla que hay que explicarla: ante la censura, cierre sistemático de medios de comunicación y escasa penetración de Internet en Venezuela, un pequeño grupo de periodistas decidió ir a buscar a las audiencias. ¿Y dónde hay mucha gente, siempre? Pues, en el transporte colectivo”.
El sagrado deber de informar
Admite que no ha sido fácil -¿cuándo en Venezuela?- desarrollar este proyecto, pero ha aprendido que con paciencia y disciplina el Bus TV se ha impuesto como un medio informativo más, incluso con una audiencia que observa y escucha con atención las noticias, y nunca lo apagan sino que se levantan, le dicen al chofer “déjame por aquí” y cuando se bajan ya son unos ciudadanos más informados de los que eran antes de subir.
Desde luego que al principio, confiesa, fueron vistos como extraños que subían con un marco de cartón que imita a un televisor y que aparecían para molestar un poco, “pero con cada salida semanal nos hemos ido ganando su respeto, tanto que a los meses se ha formado en cada ruta una comunidad de pasajeros, colectores y choferes que nos esperan, nos dan datos, nos orientan y, muchas veces, nos aplauden”.
Laura Helena Castillo y su equipo son conscientes que se desplazan en arenas movedizas. Su labor es a veces una apuesta por la libertad de expresión, y que algún pasajero intolerante podría expresar su desacuerdo con un insulto o un funcionario asumir el rol de tribunal y mandarlos presos, estropeando una labor profesional que, subraya, se ejecuta desde el ámbito del respeto a la gente, sean del gobierno o de la oposición.
“Si surge esa manifestación de saboteo, a través de nuestro modelo offline nos desconectamos y nos acercamos a la audiencia porque sabemos que para la audiencia es muy difícil acercarse a nosotros. Pero la gente sabe que estamos en los buses, en las paredes de las comunidades con los papelógrafos y en las ventanas de los barrios con La Parada TV (el mismo noticiero de los buses pero asentado en tres comunidades de Caracas: La Cruz, La Lucha y Chapellín)”.
“Hemos tenido unos tres intentos importantes de saboteo de nuestro trabajo. En Valencia, Caracas (Montalbán) y San Félix. El primero, un pasajero que no quería escuchar el noticiero y gritaba y gritaba; la gente lo mandaba a callar y animaba a los reporteros: el narrador no paró, lo ovacionaron, el señor ni se calló ni se bajó. El segundo, dos pasajeros molestos con una información sobre la ayuda humanitaria (en estos tres años ha sido el tema que más rechazo ha generado en los buses porque la tesis del gobierno de que una invasión venía de contrabando caló muy bien) se pusieron bien violentos. El tercero, una líder buhonera en San Félix que consideraba que nuestro trabajo afectaba a su gremio y nos complicó bastante la vida; pero en general, cuando el ambiente está tenso, decidimos parar y buscar otros buses y otros lugares. No tenemos ninguna intención de confrontar a nadie y menos dentro de un bus. Nuestro objetivo es informar a audiencias con poco o ningún acceso a internet o medios independientes, no discutir en el camino”.
El medio es el mensaje
Hay que aclarar que Bus TV no es un medio masivo, aunque poco a poco esta experiencia se ha venido repitiendo en otras ciudades y por otras vías, dado que si el soporte de esta estrategia de información depende del transporte público entonces se apaga, dado que se trata de unos de los sectores más castigados por la crisis. La falta de repuestos, el deterioro cada vez creciente de las avenidas y ahora el fantasma de la falta de gasolina, podría amenazar con poner fin a esta plataforma.
“De 65.000 autobuses que hay en Caracas, 45.000 están accidentados por falta de repuestos. Cada caucho cuesta 5 millones de bolívares, tiene una vida útil de seis meses y cada camioneta necesita seis. Estos son datos de la Federación Nacional de Transporte”.
El flujo de las camionetas se redujo por la falta de partes y repuestos para las unidades. En las rutas que antes se veían atendidas por un autobús cada 5 o 10 minutos, ahora los pasajeros deben esperar hasta 30 minutos para abordar una unidad. Y cada vez es más riesgoso sacar un teléfono celular, cuyos altísimos precios son inalcanzables para la gran mayoría de los venezolanos, para grabar la intervención de los periodistas y las reacciones del público, que suelen ser de muy positiva receptividad y aliento para los profesionales de la información. Ante tal realidad, Castillo saca sus cartas.
“Tenemos algunas estrategias. Por ejemplo, en la sección Caucho Today, que es una fija que cierra el noticiero, decimos cuánto ha aumentado un caucho y cuántos pasajeros debe transportar para poder comprarlo. Es la noticia favorita de los choferes; y ahora que nos hemos bajado del bus por la pandemia, "hackeamos" los grupos de WhatsApp de varias cooperativas de choferes y les mandamos noticias todos los días. Ya son más de 400 choferes a quienes informamos a diario, en varias ciudades del país. Un chofer nos contaba algo interesante: a propósito del anuncio del gobierno del subsidio de la gasolina o el gasoil al transporte público, nos decía que él prefería pagar el combustible a deberle algo al gobierno. Sabe que ese "regalo" les va a salir caro. Hace un mes comenzamos una encuesta a los choferes para conocer el estado de las unidades, cuánto han dejado de trabajar por el confinamiento, cuántas veces pueden cargar gasolina, de qué año es el bus, etc. Esperamos que sea un diagnóstico del transporte público en varias ciudades de Venezuela que pueda servir para abrir conversaciones con las instituciones del Estado o la empresa privada para acompañar a los transportistas, un gremio huérfano, golpeado y muy complejo”.
Patear la calle
Laura Helena Castillo admite que el Bus TV tiene sentido y es útil en un contexto como el venezolano y, tal vez, en zonas rurales de otros países de Latinoamérica, pero es probable que en otros países con mejor sistema de medios, más acceso a internet y gobiernos democráticos, esa aproximación offline no sea necesaria. Lo que en Venezuela se denomina “patear la calle”, que es la verdadera medalla que se cuelga un periodista en los tiempos del chavismo-madurismo, es una profesión que endurece la piel y aclara la percepción de la realidad. No se trata de una misión para “la gente dura”, porque de hecho Castillo se define como “blandita del periodismo” con alguna dosis de adicción por el oficio.
“Ahora me apunté a un taller para manejar el estrés, dedicado a periodistas. Vamos a ver si logro poner un poco de orden. Pero la verdad es que yo creo que todo lo que vale la pena profesionalmente se hace desde la obsesión. Mi papá, que ha dedicado su vida a la política, dice que el ejercicio político es más analógico, que digital. Siempre lo vi en la calle, con los vecinos. También vengo de una generación de reporteros que amanecíamos haciendo pautas en la calle para ir en la tarde a la redacción. Era un desenlace natural para mí terminar en un medio cuyo principal atributo sea informar a la gente cara a cara. Aunque, visto el panorama de los medios de comunicación, esto sea un retroceso al tiempo de los pregones”.
En situaciones como las que describe el reciente informe de la ONU sobre los derechos humanos en Venezuela, resulta obvio –y hasta se justifica– que el periodismo sea la bestia negra de un régimen que le da igual apelar a la mentira como a la tortura. No obstante, Laura Helena Castillo asegura que, pese a todos los obstáculos, en Venezuela se hace un periodismo enorme. “Y lo digo sin ninguna vergüenza.
Medios nativos digitales como Runrun.es, El Pitazo, Armando.info, Efecto Cocuyo, Prodavinci, son premiados internacionalmente con bastante frecuencia. Así como sus periodistas son reconocidos con importantes galardones que celebran el coraje para ejercer la libertad de expresión.
A pesar de las amenazas, encarcelaciones, presión a anunciantes (los pocos que quedan) y bloqueos a las webs, los medios de comunicación independientes venezolanos asumen todos los días, con cada nota, un riesgo consciente. El informe de la Misión Internacional Independiente de Determinación de los Hechos de las Naciones Unidas recoge reportajes y monitoreos de estos medios, que llevan años registrando las violaciones sistemáticas a los Derechos Humanos por parte del Estado venezolano. De hecho, suavizar la realidad no es una práctica que conozco directamente en el periodismo venezolano.
Insiste en que la fórmula del éxito del periodismo venezolano no se basa en la temeridad sino en la inteligencia para desarrollar espacios en una sociedad que se levanta en medio de un escenario económico deplorable, a lo que se agrega ahora la situación de la covid-19. De manera que a la pregunta de hay espacio para este tipo de iniciativas periodísticas, Castillo responde sin titubeo que sí.
“Hay espacio porque hay necesidad. Y hacemos periodismo igual de agotados que cualquier venezolano que no tiene luz, internet o agua (llevo una semana sin agua, por ejemplo) y por eso sabemos que el impacto de lo que hacemos puede ser la diferencia entre la vida y la muerte de alguien. Es lo que sucede cuando te conviertes en una de las pocas certezas frente a un Estado que va encaminado a ser fallido”.
Dado el éxito de Bus TV en las camionetitas, Laura Helena Castillo se concentra en el proyecto El Bus TV por YouTube. Es decir, más periodismo para enfrentar la laguna que dejan las cadenas presidenciales o las apariciones de los hermanos Rodríguez. Una respuesta a la censura y a la confiscación del derecho de las audiencias a estar informadas.
De manera que lejos de molestarse, la gente agradece que le informen con datos y cifras que la situación económica de Venezuela no se corresponde en nada a las declaraciones de los ministros. La gente de Bus TV no busca aplausos ni una ayudadita para el café, sino que simplemente el pasajero le pide al chofer que lo deje “donde pueda” y cuando se baja le hace un guiño a esta televisora de cartón que informa en tiempo real sin sesgar las noticias.