Héctor e Ibéyise: Los secretos detrás del diván
Una joven trabajadora de un canal de televisión venezolano se siente gordita, se siente mal y va al psicólogo. No cualquier psiquiatra, el más reconocido, el más famoso, y el más excéntrico del país. ¿Qué tan famoso es?, preguntarán. Basta decir que en su diván se acostaba nada más y nada menos que el líder de la revolución Bolivariana, Hugo Chávez Frías.
Como en cualquier sesión psicoanalítica, la paciente se enamora de su doctor, hasta allí todo normal. Pero todo se tuerce cuando Edmundo Chirinos –así se llamaba el famoso psiquiatra- decidió atravesar la frontera de la ética profesional y tuvo sexo con esa joven. Algunos pensarán que eso podría ser aceptable entre dos adultos, si dejamos a un lado el poder de persuasión que ejerce un médico sobre su paciente.
Un día la chica, enamorada de su médico, le exige más formalidad en su relación, la típica escena de celos y dependencia emocional. Al médico no se le ocurre mejor tratamiento que golpearla manchando su diván de sangre y matando a su paciente. Entonces, el famoso psiquiatra toma el cuerpo de la chica, lo mete en su carro y va hasta una zona solitaria a las afuera de la ciudad y lo lanza allí.
Nuestro psiquiatra no contaba con que la chica era asidua a escribir en un blog de Internet un diario de su vida y había señalado que se encontraría con él. Esto le dio pistas a la policía para relacionarlo inmediatamente con el crimen. Tras un registro de su consultorio y obtener su confesión, descubren un archivo fotográfico y de video de cientos de pacientes dopadas. Era la escalofriante colección de Edmundo Chirinos: Nuestrodoctor Jekyll y Mr. Hyde criollo.
La periodista: Ibéyise Pacheco
Una periodista, Ibéyise Pacheco, investigó el caso y pudo entrevistar al psiquiatra asesino. Sus delirios fueron plasmados en el libro Sangre en el diván que se convirtió rápidamente en record de ventas en Venezuela e inspiró una película y una obra de teatro. Esta última protagonizada por el actor y director Héctor Manrique.
Tanto en formato noticia, como en libro, película y obra de teatro, la historia de la paciente asesinada por su médico atrae la atención del público. Algunos pensarán que es morbo, otros apuntarán a señalar un miedo primario: ¿Hasta qué punto una maldad así se esconde en nuestro interior? ¿Cómo es posible que una sociedad permita que seres como ese psiquiatra se conviertan en cuasi estrellas del espectáculo?
De todo esto conversaron Héctor Manrique e Ibéyise Pacheco con los periodistas de Venezuelan Press en su paso por Madrid, a propósito de la puesta en escena en la capital española de la obra de teatro basada en la retorcida historia de Edmundo Chirinos.
La realidad supera la ficción
El encuentro fue presentado por el veterano periodista venezolano Víctor Suárez. Comenzó recordando a la Ibéyice Pacheco que investigó el caso de los pozos de la muerte para el Diario de Caracas en 1986, y develó algunos de los secretos tras el diván sangriento de Chirinos. Mencionó que el psiquiatra que interpreta Héctor Manrique en las tablas fue chofer del padre del actor, el luchador contra la dictadura de Pérez Jiménez, Héctor Rodríguez Bauza, quien contó sus experiencias políticas en su libro Ida y Vuelta a la Utopía.
Uno de los delirios de Chirinos desmentidos en la conversación fue que hubiera participado en reuniones entre Héctor Rodríguez Bauza y Wolfgang Enrique Larrazábal -presidente de la Junta de Gobierno de Venezuela en 1958. El mismo Rodríguez Bauza le diría a su hijo que eso nunca ocurrió, si acaso le habría hecho algún comentario a su chofer que luego este transformaría en su mente convulsa.
Víctor Suárez recordó el poder que alcanzó Chirinos dentro del mundo académico venezolano al llegar a ser rector de la Universidad Central de Venezuela y fundar tanto la escuela de Psiquiatría como la de Artes. Y para tratar de explicar las causas del apoyo que recibió Chirinos Suarez puso el foco en el poder de comunicación del psiquiatra.
“Chirinos era una gladiador de la palabra”.
Para ejemplificar su comentario, Suárez recordó las entrevistas que este concedió en el canal de mayor audiencia de la época, Radio Caracas Televisión, en el programa conducido por Marcel Granier. A lo que Ibéyise Pacheco agregó: “Chirinos estaba obsesionado con Granier”.
Sobre el padre de Héctor Manrique, Suárez señaló su lucha política mientras era estudiante. “Se dedicó 10 años a tumbar la dictadura. No se graduó de nada”, dijo. Recordó también su participación en el diario El Deslinde, que registró la fragmentación del partido comunista en Venezuela.
Antes de darle la palabra a Héctor Manrique, Suárez mencionó uno de los delirios de grandeza que presentaba Chirinos. Este afirmaba haber escrito 700 libros de psiquiatría. “¿Dónde están?”, se preguntó Ibéyise Pacheco. “Yo en cambio estudié tres años de psicología y no me gradué”, agregó Suárez.
El personaje cercano
Héctor Manrique confirmó que Chirinos era una figura cercana a su familia. Tan cercana que cuando niño, el psiquiatra era el que llevaba a su casa el Niño Jesús –como se llama al regalo de Navidad en Venezuela-. “Nunca me cayó bien. Era una cuestión de piel”, acotó. Tan cercana era la relación que cuando la Digepol –la policía de la época- trasladó al padre de Héctor Manrique al aeropuerto para extraditarlo a Suiza, la caravana fue escoltada por Chirinos, como amigo personal del reo.
Chirinos también fue padrino del hermano menor de Héctor Manrique. Esta circunstancia sirvió para mostrar una de las facetas más características del personaje: la de seductor. El actor y director de teatro comentó que la madrina de su hermano era una mujer extremadamente hermosa –tanto que fue una de sus particulares fantasías eróticas de adolescente-. Ella iba a casarse y ya había repartido las invitaciones para su boda cuando conoció a Chirinos y lo dejó todo por él. ¿Qué tenía este psiquiatra que enloquecía a las mujeres?
El seductor
“Parece que tenía un miembro muy excitante”, explicó Manrique recordando confesiones de quienes pasaron por la cama del psiquiatra. Entre ellas mencionó el caso de una periodista que, yendo a entrevistar a Chirinos un viernes, salió de su casa el lunes. “Tres días deliciosos”, le confesó ella. “Es que era un gran amante”, agregó Ibéyise Pacheco al recordar testimonios recabados durante su investigación.
Chirinos llegaría a pedirle a Manrique que le presentara actrices que formaban parte del elenco de alguna de las obras que dirigió. “Yo le decía que no era ningún cabrón como para presentarle mujeres”, dijo.
También relató una anécdota que pareciera tomada de una de las películas de James Bond. El doctor Chirinos no escatimaba recursos a la hora de seducir. Logró que una joven aceptara casarse con él cuando llegó hasta su casa en helicóptero vestido de smoking. ¿Quién puede negarse a eso?
Ibéyise Pacheco intentó entrevistar a la última esposa de Chirinos –residenciada en Nueva York- para que desmintiera o aclarara lo afirmado por el psiquiatra cuando conversó con él. Ella se negó a hablar con la periodista. “Debió asumir su barranco. Si se casó con ese loco…”, agregó Manrique.
El actor: Héctor Manrique
Héctor Manrique se enteró del asesinato perpetrado por Edmundo Chirinos como el resto de los venezolanos, por medio de la primicia que publicó el vespertino El Mundo. Inmediatamente le preguntó a su padre si una cosa así sería posible y este no dudó en afirmarlo: “Los ególatras como él son capaces de eso”, le respondió.
La presentación del libro de Ibéyise Pacheco sobre el caso fue providencial para Manrique. Además de conocer en ese evento personalmente a Henrique Capriles Radonski, con el que luego recorrería el país en campaña por la presidencia de Venezuela, recibió una premonición por parte de Pacheco: “Tú vas a interpretar a Chirinos”, le dijo la periodista. Y efectivamente, así ocurrió.
Manrique leyó el libro de Pacheco con el mismo morbo que abordaba la lectura de las páginas de sucesos de un periódico. Hacerlo le generó un gran malestar. Incluso tuvo que pedirle ayuda a su esposa para que esta le leyera ciertos capítulos.
Como preparación previa para asumir el personaje de Chirinos en el teatro, Manrique tuvo que ejercitarse por 8 meses haciendo pilates media hora todos los días. Sabía que iba a ser físicamente exigente.
“No quería hacer una imitación, quería hacer una creación”.
Edmundo Chirinos acostumbraba a pintarse el cabello y lo llevaba siempre alisado. Manrique optó por pintarse el suyo con máscara de pestañas para obtener la contextura y el color que requería el personaje.
Explicó que los actores requieren construir sus escenas basados en recuerdos verdaderos para que su actuación sea auténtica. Buscando esto le consultó a su padre sobre los aspectos verdaderos o falsos del testimonio que Chirinos le dio a la periodista Pacheco. En muchos casos le confirmaría que estaba mintiendo llegando incluso en llamarlo loco en varias ocasiones.
El día del estreno, Héctor Manrique tenía mucha inseguridad, pensaba que iba a ser un atronador fracaso. Había reservado puestos cercanos al escenario para sus amigos Leonardo Padrón y Héctor Palma para, al verlos, sentirse más a salvo. Decidió esperar que el telón se levantara acostado en el diván. La impresión del público al verlo levantarse encarnando a Chirinos fue impactante.
Desde ese día no ha dejado de sentirse nervioso cada vez que se pone en la piel de Edmundo Chirinos. De hecho realiza una especie de ritual con sus cholas para tranquilizarse antes de salir a escena. Le consultaron durante el conversatorio si se sintió afectado por interpretar a un ser capaz de haber cometido dan despreciables hechos, y respondió...
“Un actor debe hacer de otro, no sentir como el otro”.
Puso como ejemplo algunos actores que siguen el método teatral inspirado en Arthur Miller, consistente en sentir lo que el personaje siente en la historia. Recordó a Gérard Depardieu que durante la grabación de la película Novecento, incitó a Robert De Niro a golpearlo de verdad en una escena de pelea en un granero. Él no cree que sea necesario para un actor llegar a esos límites.
Chirinos no fue el primer asesino cercano a su familia que interpretó como actor. En la exitosa telenovela venezolana Por estas Calles encarnó a quien asesinara en la vida real a una ex novia. “El hijo del dueño de la empresa Panqué 11-11 mató a una ex novia. En Por estas calles yo interpreto a ese asesino como hijo del personaje don Chepe. El día en que me matan en la novela hubo un pico de audiencia”, recordó. Dos de las características más distintivas de Edmundo Chirinos fueron sus movimientos amanerados e histriónicos y su curiosa voz.
“Para preparar el personaje me sentaba en un silla incómoda de 6 a 9 de la mañana mientras estudiaba el parlamento porque estoy convencido que uno es como habla y quería forzar cierta incomodidad física. Luego armé la dramaturgia para mantener la tensión del texto y de último trabajé la voz”, señaló.
El poder del teatro
Pese a la repulsión que le produce Edmundo Chirinos, Héctor Manrique ha aprendido en su trayectoria que un actor nunca debe juzgar a su personaje. Explicó que para encarnarlo debía entender su conflicto interno. “¿Cuál era su conflicto?”, meditó y recibió la respuesta: “Tú crees que soy malo y yo te voy a enamorar”, fue la respuesta que se dijo como personaje.
Manrique ha utilizado el teatro como su trinchera particular en contra del autoritarismo en Venezuela. Hace poco fue víctima en primera persona al arrebatársele su espacio de ensayos por parte del gobierno. Es por eso que no se niega a actuar allí donde lo inviten. Así sea en un pueblo lejano del estado Sucre llamado Marigüitar, en una casa con tencho de zing. O frente a 3000 personas en la Concha acústica de Colinas de Bello Monte, en Caracas.
Los testigos del horror
Tanto a Manrique como a Pacheco se les han acercado personas que se vieron afectadas alguna vez por Edmundo Chirinos. En una ocasión, cuenta Manrique, luego de una presentación de su obra, una mujer se le acercó en el baño muy afectada diciéndole: “Yo fui su paciente y me sedó”; él sólo pudo consolarla diciéndole “No te hizo nada. Yo puedo asegurarte que no te hizo nada”.
Una experiencia similar vivió Ibéyise. Una madre se le acercó y le dijo: “Mi hija me lo contó y yo no le creí”. La periodista recordó también el trato que acordó con la policía cuando tuvo en sus manos el archivo fotográfico de las víctimas del psiquiatra: "Si encontraba una imagen de alguna conocida la iba a resguardar". Pero el que encontró a alguien cercano fue el policía, la foto de una sobrina.
La atmósfera bizarra del personaje interpretado por Manrique no se quedó en el escenario. En una oportunidad, en el estacionamiento del teatro donde se presentó en Caracas, fue abordado por dos mujeres y una de ellas le hizo una inquietante confesión: “Durante la obra me provocaba hacerte sexo oral”. Esto puede mostrar el magnetismo que el personaje suscitaba en vida. Incluso, Manrique conoció de una mujer de avanzada edad que llegó a divorciarse luego de conocer a Chirinos y quedar profundamente enamorada de él.
Pero con los hombres mantenía un trato respetuoso. Un hermano de Manrique fue paciente de Chirinos en 1996 y, tras la consulta, decidió deshacerse del tratamiento farmacológico que le recetó y quedarse con lo que conversaron.
Tras conocer de las aberraciones cometidas por Chirinos, Manrique llegó a tuitear, para desahogarse, una fuerte crítica en contra de todos los psiquiatras. Inmediatamente recibió el desagravio por parte de este gremio. Aunque más adelante algunos le reconocerían tanto a él como a Pacheco, haber tenido el valor de denunciar el caso: “Ustedes hicieron lo que nosotros debimos hacer. Incluso ahora muchos hacen lo mismo”, le dijeron a Manrique.
Para mostrar que Chirinos consideraba a las leyes como meras escusas sintiéndose superior a ellas, Manrique conserva en su cartera un papelito que le diera Alberto Arteaga, Decano de Derecho cuando Chirinos era rector. En dicho papel Chirinos le hacía una consulta sobre un caso grave sobre el que debía tomar una decisión: “Qué es lo menos ilegal. Piensa en ambas”, escribió entonces el psiquiatra.
La sociedad enferma
En una oportunidad, tras presentar su obra en la ciudad de Maracaibo, una pareja lo llegó a felicitar en el hotel por defenderse delante del público. Ellos estaban convencidos de que era Edmundo Chirinos. Eso hizo pensar a Manrique en el grado de afectación que como sociedad tenemos al llegar a aceptar casos como este en nuestro entorno.
“Los venezolanos somos una sociedad inmadura, por eso fue encantada por un personaje como Chávez”.
Manrique se pregunta también qué produjo un personaje como Chirinos y su respuesta es: “Una sociedad de cómplices”. Por ello, asumió la responsabilidad de encarnar al personaje en el teatro como una forma de alerta. “Hay que tener un muro de contención ético en la cultura”, dijo.
Mucho se ha especulado de cómo pudo influir Chirinos en la psiquis de Chávez mientras fue su paciente, pero Manrique y Pacheco coinciden en que "la maldad de Chávez era propia".
“Sería muy revelador escuchar a Chávez en el diván de Chirinos. Eso os mostraría todas nuestras carencias como sociedad”. Héctor Manrique.
Fotos: María Auxiliadora Villegas