Periodismo de investigación: cuando el poder tiembla
En estos tiempos de redes sociales, donde las noticias de la mañana ya están caducas luego del medio día, la información se consume fragmentada y desconectada, los sucesos se sobreponen colaborando con una de las ventajas de los poderosos: el olvido.
Es aquí donde el periodismo muestra su razón de ser. Los periodistas somos los que resguardamos la memoria, somos los que hacemos las conexiones entre las informaciones para aportar una interpretación más certera de la realidad y somos los defensores de la democracia. Usando una metáfora biológica:
"Los periodistas somos los anticuerpos del entramado social que detectamos los virus de la corrupción y encendemos las alertas".
Pensando en la necesidad de un ejercicio más reflexivo y trascendente de la profesión, la asociación de periodistas venezolanos en España –Venezuelan Press- brindó a sus asociados el sábado 3 de noviembre un taller en el marco de su programa formativo multidisciplinar, dictado por el periodista Antonio Rubio, especialista en periodismo de investigación. El título del evento fue El libro: soporte del periodismo.
Rubio nos fue recordando -citando a los más destacados profesionales del área-, las bases que sustentan nuestro oficio: la búsqueda de la verdad, la recopilación de información, el análisis de los datos, la redacción de los productos informativos y las repercusiones de ellos una vez publicados.
Hablan los que saben
Rubio comenzó a seducirnos con la idea de encarar el libro como formato para presentar nuestros trabajos de investigación citando a nuestro querido premio nobel de literatura Gabriel García Márquez, recordándonos que antes que novelista del realismo mágico latinoamericano, el Gabo fue ante todo periodista. En una entrevista a Radio Caracol –el 30 de mayo de 1991- el autor de Cien años de soledad confesaría:
“Soy un periodista, fundamentalmente. Toda la vida he sido un periodista. Mis libros son libros de periodista aunque se vea poco. Pero esos libros tienen una cantidad de investigación y de comprobación de datos y de rigor histórico, de fidelidad a los hechos, que en el fondo son grandes reportajes novelados o fantásticos, pero el método de investigación y de manejo de la información y los hechos son de periodista”.
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Para agitar las ramas de nuestro pensamiento y despejarlas de hojas secas –en concordancia con la temporada de otoño-, Rubio nos hizo escuchar a una periodista de hueso duro, una cronista apasionada y lucida, Leila Guerriero.
Su comparación entre la escritura y amasar el pan es tan certera que aclara cualquier duda que podríamos tener frente al desafío diario que nos presenta el ejercicio de nuestro oficio. Transcribo a continuación sus palabras, publicadas en el diario El País bajo el título Escribir:
“Hay que amasar el pan. Hay que amasar el pan con brío, con indiferencia, con ira, con ambición, pensando en otra cosa. Hay que amasar el pan en días fríos y en días de verano, con sol, con humedad, con lluvia helada. Hay que amasar el pan sin ganas de amasar el pan. Hay que amasar el pan con las manos, con la punta de los dedos, con los antebrazos, con los hombros, con fuerza y con debilidad y con resfrío. Hay que amasar el pan con rencor, con tristeza, con recuerdos, con el corazón hecho pedazos, con los muertos. Hay que amasar el pan pensando en lo que se va a hacer después. Hay que amasar el pan como si no fuera a hacerse nada, nunca más, después. Hay que amasar el pan con harina, con agua, con sal, con levadura, con manteca, con sésamo, con amapola. Hay que amasar el pan con valor, con receta, con improvisación, con dudas. Con la certeza de que va a fallar. Con la certeza de que saldrá bien. Hay que amasar el pan con pánico a no poder hacerlo nunca más, a que se queme, a que salga crudo, a que no le guste a nadie. Hay que amasar el pan todas las semanas, de todos los meses, de todos los años, sin pensar que habrá que amasar el pan todas las semanas de todos los meses de todos los años: hay que amasar el pan como si fuera la primera vez. Habrá que amasar el pan cuando ella se muera, hubo que amasar el pan cuando ella se murió, hay que amasar el pan antes de partir de viaje, y al regreso, y durante el viaje hay que pensar en amasar el pan: en amasar el pan cuando se vuelva a casa. Hay que amasar el pan con cansancio, por cansancio, contra el cansancio. Hay que amasar el pan sin humildad, con empeño, con odio, con desprecio, con ferocidad, con saña. Como si todo estuviera al fin por acabarse. Como si todo estuviera al fin por empezar. Hay que amasar el pan para vivir, porque se vive, para seguir viviendo. Escribir. Amasar el pan. No hay diferencia”.
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Poco a poco Rubio fue socavando las reservas que podríamos tener ante la posibilidad de encarar un proyecto de redacción de un libro para mostrar el producto de nuestro trabajo informativo. Para ello, nos mostró un tuit de quien fuera en vida un destacado profesor de periodismo, Miguel Ángel Bastenier: “Periodista y escritor se parecen, pero no son lo mismo, aunque quepa ser ambas cosas. Periodista no es, sin embargo, escritor de segunda” (@MABastenier, 18.01.2015).
No sólo apeló a nuestras aspiraciones personales de vernos como autores, sino que apuntó a la necesidad de presentar trabajos de largo aliento en la defensa de la democracia. Para ello citó al periodista Gerardo Reyes, ganador del Pulitzer en 1999, autor del libro El vuelo 495 –sobre la voladura de un avión cubano en 1958-, y considerado como uno de los “sabuesos” más temidos del periodismo en América: "En un mundo donde la palabra cada vez vale menos, el documentos adquiere mayor importancia. Sobre todo en América Latina donde la gente cambia lo que dice y se escuda en el 'me sacaron de contexto' o 'yo no quería decir eso'. Lo mejor, siempre, es un documento y una comprobación de campo”.
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Y es que el periodismo de investigación lo que busca es develar las perversiones del poder. Rubio cita en este sentido a Pablo Avelluto, director editorial de Random House Mondadori:
“Los libros sobre investigación periodística elevó, en general, la calidad del periodismo al permitir el desarrollo fuera de los límite de la crónica breve publicada en diarios. Gobernantes y poderosos comenzaron a temer más las consecuencias del libro, porque, al fin y al cabo, un libro disfruta de una permanencia de la que la prensa periódica carece”.
Ya convencida la audiencia, Rubio pasó a detallar los cómo del proceso de elaboración de un libro periodístico. Se confesó como un obsesivo de la recopilación en carpetas de documentación que respalde sus publicaciones. Contó como anécdota la vez que se salvó de una demanda judicial por haber guardado una servilleta en la que su fuente detalló lo que luego afirmaría en uno de sus trabajos periodísticos. De allí la importancia de los apéndices dentro de la conformación de un libro de periodismo de investigación: “Sirven para dar mayor credibilidad a la narrativa. Sirven para sustentar lo narrado. Sirven para afrontar demandas y querellas”.
Esta técnica de ir guardando información en carpetas parece ser una práctica seguida por los maestros en el área. En una entrevista en el que se le preguntó cómo trabajaba en el sentido estructural un libro, el periodista y escritor argentino Martín Caparrós, dijo:
“Es fácil. En un folder de El hambre armo por temas. Trato de juntar por temas e ir procesando los documentos. El que me interesa lo pongo en el documento que es mi materia prima. Y de ahí transfiero al texto poco a poco. Es un “texto” donde está todo. Todo el trabajo es un trasvase entre el borrador y el “texto”. En el borrador quedan cada vez menos cosas, porque hay cosas que no funcionan o no sé si tienen sentido”.
Ante la excusa de la falta de tiempo que podríamos estar tentados a esgrimir para evitar la tarea de echar adelante la redacción de un libro, Rubio no escatimó en el nivel de las fuentes citadas. Para neutralizar cualquier excusa citó a dos ganadores de premios Pulitzer - galardones por logros en el periodismo impreso y en línea, la literatura y la composición musical en los Estados Unidos-:
“Como uno nunca está contento con lo que tiene, tiende a no empezar nunca un libro. Y el consejo que yo doy es que hay que empezar a escribir con lo que se tiene y después ir agregándole las cosas. O si no, se llena uno de material, se abruma y nunca lo escribe”, afirmó en una entrevista Gerardo Reyes. “El tiempo es igual a la verdad. Cuanto más tiempo le dedique uno a una historia, más cerca estará de la verdad”, afirmó Robert Allan Caro -periodista y autor estadounidense conocido por sus biografías a Robert Moses y Lyndon B. Johnson.
El profesor Antonio Rubio coincide con el periodista y escritor Alfonso Armada: “La cima del arte literario no tiene que ser una novela, puede ser un libro periodístico”. Pero Rubio va más allá al afirmar que toda buena investigación termina en un libro, pues “tiene muchas más posibilidades y recorrido que una investigación en otros medios (papel, digital, radio, tv…)”.
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Para terminar de decorar su diadema de citas, Rubio nos recordó las palabras de quien fue conocido como el mejor periodista del mundo Ryszard Kapuscinski. En el último artículo que publicó antes de fallecer -24 enero 2007, Gazeta Wyborcza- afirmaría al ser consultado sobre si escritura puede hacer que algo cambie:
“Sí, lo creo profundamente. La reacción a la palabra escrita es más bien mediata (colateral). El que la escritura produzca cambios no lo deciden sólo los autores, sino sobre todo los lectores. La palabra escrita siempre pudo cambiar muchas cosas. Ha provocado durante siglos el temor de todo poder autoritario”.
Un ejemplo de lo expresado por Kapuscinski, es el libro de la periodista y presidente de Venezuelan Press Carleth Morales 26 crímenes y una crónica. Quién mató a la resistencia en Venezuela. Tras una extensa labor de investigación, la periodista logró recabar las historias de 26 víctimas de las protestas antigubernamentales ocurridas en Venezuela durante el 2017. El objetivo: evitar que el olvido permita que hechos similares se repitan en un futuro.
Libros.com: el crowdfunding apoya la investigación
Finalizado el encuentro organizado por Venezuelan Press, el profesor Rubio nos obsequió una perla cultivada, el libro El saqueo de los ERE, de los periodistas Sebastián Torres y Antonio Salvador. Es la primera publicación de periodismo de investigación de la editorial Libros.com, que utiliza el sistema de crowdfunding o mecenazgo para llevar adelante su producción y publicación.
El libro muestra el trabajo realizado por Torres y Salvador, apoyados por la redacción de El Mundo de Andalucía, que sacó a la luz uno de los casos de corrupción más importantes –por su alcance y dimensión- en España: el desvío de dinero público durante una década –con la fachada de ayudas laborales a empresas en crisis-, destinado a favorecer la hegemonía de un partido político en Andalucía.
Torres y Salvador no sólo nos muestran un minucioso inventario de las cifras y destinos del dinero público que se malversó, utilizan sus buenos oficios como narradores para hacernos vivir de cerca las jornadas y tensiones que vivieron, nos muestran un perfil detallado de los protagonistas del caso e incluyen copia de los soportes más significativos del caso. Todo el libro es un “lomito”, no hay pérdida en el interés del lector en cada párrafo. Torres y Salvador saben muy bien que vivimos en una época marcada por el entretenimiento y sin dejar de ser veraces en su la información que suministran la presentan como si fuera una serie policial o una novela de intriga.
Al mejor estilo del caso Watergate, Torres y Salvador nos hacen acompañarles a barras de bar –Las noticias están en los bares, nos recuerda el periodista Manuel Sánchez en su libro-, o en una esquina oscura bajo una farola parpadeante, para encontrarnos con sus particulares “gargantas profundas”, quienes fueron develándoles un entramado de corrupción de dimensiones descomunales: alrededor de 1000 millones de euros se utilizaron para asegurar la paz laboral que requería el partido gobernante para perpetuarse en el poder, cifra que incluye cobros de comisiones sin control y en algunos casos montos destinados al financiamiento de diversiones personales de algunos funcionarios, en la que se cuentan algunos gramos diarios de cocaína.
Pero el libro no sólo va detallando los intríngulis del caso, apasionante en sí mismo. La publicación es un curso intensivo de periodismo de investigación. Torres y Salvador nos van mostrando los conceptos básicos de su especialización mientras nos narran la historia:
“Un trabajo periodístico es de investigación cuando reúne tres rasgos característicos: el primero, que sea fruto de la labor periodística, del trabajo de uno o varios reporteros que, cruzando datos y consultando fuentes, pongan en pie una historia; el segundo, que ese asunto sea de relevancia pública e interés general; y el tercero, que se desvele un asunto que el poder, ya sea político, económico, social o fáctico, esté intentando ocultar”. (Torres y Salvador, El Saqueo de los ERE, Página 96).
Para poder echar adelante un trabajo de periodismo de investigación no sólo hace falta los buenos oficios de profesionales individuales, el mismo requiere de un trabajo en equipo que asegure la apropiada y certera recolección, análisis e interpretación de los datos. Y sobre todo los periodistas deben sentir que cuentan con el respaldo de una organización que los defienda de ese poder cuya oscuridad quieren mostrar y que al sentirse señalado puede atacar a su vez como una fiera herida:
“Para soportar eso es fundamental contar con el apoyo de una cabecera importante y respetada y tener detrás el soporte de un director y jefes de redacción con mentalidad de hierro, capaces de defender a capa y espada tu información y tu labor como periodista”. (Torres y Salvador, El Saqueo de los ERE, Página 110).
Y para recaudar los datos de nuestra investigación hay que recurrir a fuentes que nos den acceso a información que por lo general tiende a ser a veces confusa, disgregada y en muchos casos oculta. La relación con las fuentes es siempre tensa: las necesitamos pero no debemos dejarnos manipular por ellas. Torres y Salvador nos aclaran la diferencia entre una información proveniente de una fuente cuya identidad no desea ser revelada –pues podría poner en peligro su estabilidad profesional o hasta su integridad física-, de aquellos datos suministrados por una fuente pero que en una primera instancia de la investigación no puede ser mostrada al público:
“Los periodistas de investigación debemos recurrir muy a menudo a algo que se denomina «atribución reservada de fuentes». Ocurre cuando queremos proteger la identidad de la persona que nos proporciona datos normalmente delicados y que podría sufrir represalias si se conociera que ha sido ella la que ha facilitado la información”. (Torres y Salvador, El Saqueo de los ERE, Página 110).
“Esto es distinto del off the record, una información que alguien proporciona a un periodista pero sólo para su propio gobierno y conocimiento, no para ser publicada”. (Torres y Salvador, El Saqueo de los ERE, Página 111).
Pero sobre todo, el periodista de investigación debe sobreponerse al inmediatismo y a las presiones por develar exclusivas. Torres y Salvador lo dejan claro con el epígrafe de su libro: “La paciencia todo lo alcanza”. Santa Teresa de Jesús. Mientras la mayoría no deja de sobresaltarse por el ritmo frenético de las redes sociales, el periodista de investigación maneja el tiempo de una manera distinta: “La mayor parte de los fracasos nos sobrevienen por querer adelantar la hora de los éxitos”. (Cita del poeta mexicano Amado Nervo, Torres y Salvador, El Saqueo de los ERE, Página 113).
“El buen periodista es el que llega siempre al límite de lo que puede publicar sin dejar un páramo de tierra quemada a sus espaldas”. (Cita de Pedro J. Ramírez, Torres y Salvador, El Saqueo de los ERE, Página 113-114).
Venezuela: periodismo desguarnecido
Uno de los soportes del periodismo de investigación, la defensa al trabajo de sus periodistas por parte de medios de comunicación independientes, en Venezuela se ha visto seriamente comprometido en los últimos años. Durante la ascensión del chavismo al poder, los profesionales de la comunicación han sufrido presiones para cuartar su trabajo. Por un lado, han tenido que recurrir a la autocensura para evitar que sus empleadores sean sancionados. Por otro, han visto cerrarse la posibilidad de desarrollar sus funciones tras la compra de empresas de comunicación por parte de aliados del régimen.
Es por esto que los periodistas que se dedican a la investigación han tenido que crear sus propios espacios digitales para seguir mostrando sus hallazgos. Como es el caso de la iniciativa EfectoCocuyo.com que surgió por medio de una campaña inicial de crowdfunding. A falta del apoyo de un medio, los lectores pueden sostener el trabajo de sus periodistas de confianza.
Otros profesionales del periodismo de investigación han tenido que salir del país para evitar ser agredidos. Es el caso de la plantilla principal del portal Armando.info.
Mi experiencia
Durante el taller dictado por Antonio Rubio a los socios de Venezuelan Press, y mientras leía el libro de Sebastián Torres y Antonio Salvador, quien esto escribe hizo memoria de los casos en que ejerció el oficio de periodista de investigación. En un caso develando lo que ocultan las sotanas del poder religioso, y en otro las irregularidades del poder político camuflado tras unas aparentemente inofensivas ayudas médicas.
El poder de la iglesia
En la Semana Santa de 1998, los habitantes de un pueblo del interior de Venezuela –Tucupido, estado Guárico-, se dividieron en dos bandos tras la salida tempestuosa del párroco de su iglesia, acusado de acoso sexual. El párroco defenestrado crearía una iglesia paralela en la zona, mientras la Santa Sede investigaba los hechos de los que se le acusaba.
Unos meses después de este suceso caería en la zona un objeto que sería recolectado por funcionarios de la Nasa. Algunos vieron esto como un castigo divino. Tras visitar el poblado e interrogar a los testigos, presenté la curiosa historia en un libro que titulé Mi primer OVNI, haciendo referencia a una de las versiones que los pobladores señalaban sobre el origen del objeto que cayó en sus tierras.
El poder político
Otra investigación sería la presentada como mi tesis de grado en Comunicación Social ante la Universidad Central de Venezuela. Se tituló Misión Milagro: Entre luces y sombras. Se trató de un reportaje audiovisual que investigaba las denuncias de mala praxis médica en pacientes que el gobierno venezolano llevaba a Cuba para ser operados por problemas visuales; algunos incluso llegaron a fallecer. El régimen chavista llamó a estas ayudas “Misión Milagro”, tomando como referencia las historias bíblicas de los portentos de Jesús de Nazareth devolviéndoles la vista a los ciegos.
Mi compañero de tesis y yo pudimos acceder a los hospitales de La Habana en la que se atendían a estos pacientes y entrevistamos al personal que los operó. Entre las declaraciones que obtuvimos están las de una anestesióloga que afirmó ante nuestras cámaras haber sido obligada a tratar pacientes venezolanos que no cumplían con los parámetros mínimos para soportar una intervención quirúrgica.