Sergio Dahbar: “Hay que mantener los libros vivos”
Usando una metáfora astrológica, el martes 23 de octubre ocurrió un stellium de eventos en Madrid de gran significación para los venezolanos, todos apuntaban a señalar dos aspectos aparentemente contradictorios: reconocer la devastación presente en Venezuela, pero a su vez aspirar por la esperanza.
El más importante sin duda fue la entrega del Premio Reina Sofía de Poesía a nuestro Rafael Cadenas. Nuestro no sólo por venezolano sino por defensor de la palabra escrita. Asimismo, el recientemente liberado preso político venezolano Lorent Saleh pudo reencontrarse con su madre y conversar con los medios luego de unos días disfrutando de un sol que se le había negado por años.
Pero hubo también un tercer evento -que reseño a continuación en este texto- que ocurrió en un rincón venezolano en Madrid llamado La Cuchara, donde se pueden degustar unos buenos tequeños y un estupendo jugo de papelón mientras observas una exposición fotográfica de músicos venezolanos. En este lugar nos reunimos los socios de Venezuelan Press para escuchar a un verdadero Quijote de la defensa de los libros, que sistemáticamente se ha negado a darse por vencido en un entorno marcado por la desesperanza. Se trata del periodista, escritor y editor Sergio Dahbar, premio Hogueras de Periodismo en 1989 con el libro Sangre, Dioses, Mudanzas. El encuentro contó con el apoyo del Consejo Iberoamericano de Inversiones y Talento (CiiTA).
Un sobreviviente
La terrible crisis humanitaria por la que atraviesa Venezuela en estos momentos afecta todos los aspectos de la vida, los más llamativos los vemos en el sector de alimentos y en la salud, pero hay un sector también vital que tiene a dejarse a un lado dado lo apremiante de la presión por sobrevivir: los libros.
Sergio Dahbar es uno de los pocos héroes que sobreviven a la “bomba atómica” –como el mismo define a la plaga política que cayó sobre Venezuela- y persiste en imprimir libros como si se tratara de defender una especie en peligro de extinción. Comenzó el conversatorio señalando cifras dramáticas:
“Durante los últimos 20 años en Venezuela han venido desapareciendo las editoriales. De las 20 o 30 que había antes ahora sobreviven quizá 4. De 100 librerías que había ahora sólo hay 25”.
En Venezuela no hay dinero para comprar libros. Las prioridades son: sobrevivir, adquirir comida, medicinas o ayudar a un familiar jodido. “Antes vendíamos 3000 ejemplares al mes, ahora no llegamos a 50”, señala Dahbar.
Pese a lo contundente de una realidad que a otros ha hecho claudicar en insistir en el negocio editorial, Dahbar quiere creer que la desgracia pasará y tras la reconstrucción será necesario contar con quienes “sobrevivamos y echemos el cuento”. Rescata las enseñanzas que para los editores ha significado trabajar en un entorno tan inestable: “hemos aprendido a ahorrar y en ser eficientes”.
Y es que Sergio Dahbar, entre otros editores venezolanos, ha tenido que ejercer estrategias sólo vistas durante enfrentamientos bélicos para que sus negocios editoriales no fenezcan. Desde imprimir de 2 a 4 de la madrugada para que sus libros no sean secuestrados por el régimen, hasta achicar la mancha de impresión y usar papel de baja calidad para sortear los altos costos de un entorno en hiperinflación.
Es inevitable recordar la obra de Ray Bradbury Fahrenheit 451, en la que una sociedad distópica incinera los libros. En el caso de Venezuela no hicieron falta lanzallamas, la dificultad del acceso a las divisas para la compra de papel o la importación de ejemplares limitan la oferta literaria, y el hambre y otras necesidades básicas han limitado a su vez la demanda. Sergio Dahbar se siente identificado con el final de la novela de Bradbury en la que los padres relatan oralmente a sus hijos las historias que no desean que se olviden.
Censura literaria
Sergio Dahbar comentó un caso en el que pese a lograr imprimir una edición de 5.000 ejemplares de un libro, estos terminaron siendo enterrados en un terreno emblemático para la libertad en Venezuela: el Campo de Carabobo. El libro en cuestión generó salpullido en la sensibilidad del régimen, el título explica el porqué: Estado delincuente: cómo actúa la delincuencia organizada en Venezuela, de Carlos Tablante Hidalgo y Marcos Tarre.
“Pese a esto, luego pudimos vender 17.000 ejemplares”, comentó Dahbar como si exhibiera una medalla recibida por ganar una batalla.
Una vez esquivada la garra de la censura, hay otros dos frentes fríos que intentan derribar a las editoriales en su afán por hacer despegar la producción nacional de libros: la hiperinflación y las leyes impuestas por el régimen.
El editor y periodista nos recordó que Venezuela llegó a liderar por un tiempo el área de la edición poseyendo la mejor tecnología de punta de la región. Hoy en día vemos cerrar empresas presionadas por sindicatos con exigencias impracticables.
Pese a esto Sergio Dahbar persiste en luchar contra los molinos de viento. Uno de sus proyectos de impresión futuro apuntan a llevar algo de claridad intelectual sobre un oscuro fenómeno que sufren los venezolanos: la hiperinflación.
“Tenemos los derechos -regalados- de un libro sobre la hiperinflación en Simbawe: Cuando el dinero acabó con la nación. Es un libro que no le conviene al régimen”.
Un país sin libros
Para que comprendamos el drama que significa un país sin libros, hay que pensar que el principal sector afectado por esto es el que forma a los futuros profesionales de la república.
“El mundo académico en Venezuela está en tinieblas. Como no pudieron ganar las elecciones internas en la universidades, las asfixian económicamente y prohíben las elecciones”.
Pensar en importar libros se ha hecho algo impensable. Sumado a los altos costos se suma lo engorroso y hasta bizarro en la obtención de los permisos. “Si quisiéramos por ejemplo importar La Crítica de la razón pura de Immanuel Kant, nos toparíamos con un funcionario que preguntaría si en el país no hay un Kant que pueda escribir ese libro”.
Ante la posibilidad que brinda la edición digital para sortear lo engorroso de la edición impresa, Sergio Dahbar muestra sus dudas. Señala que el venezolano siempre ha desconfiado de las transacciones online. Menciona el caso de una joven youtuber que llegó a vender 22.0000 ejemplares en papel y solo 20.000 ebooks en Amazon. Pese a esto se sorprende gratamente de sistemas como la impresión por demanda, en la que un libro es impreso y enviado a la casa de un comprador en sólo un día.
Imprentas que no imprimen
Sobre las inversiones cuantiosas que el régimen chavista hizo en sus proyectos editoriales, el escenario a la par de desolador es aún más patético. Imprentas que nunca funcionaron, una empresa de Cds creadas para luego financiar sólo la obra de la esposa de su director, una fábrica de papel que nunca inició la producción, entre otros casos. Sergio Dahbar llega a reconocer que la editorial del gobierno "El perro y la rana" llegaron a imprimir títulos interesantes, pese a que en su mayoría sólo producían material de propaganda.
Si imprimir es una odisea, intentar exportar es hoy en día casi imposible. Antes existía la posibilidad de hacer envíos por DHL pero con los últimos ajustes cambiarios impuestos por el gobierno de Maduro esta posibilidad se perdió; igualmente el traslado por tierra a través de la frontera con Colombia se ha visto restringido.
Saber si un libro será un éxito editorial es un arte que amerita un olfato privilegiado. Pone como ejemplo uno de los mayores éxitos de su editorial: Afiuni, la presa del comandante, del periodista Francisco Olivares. Libro que relataba el caso de una jueza que recibió en carne propia todo el hostigamiento del régimen luego de osar liberar a uno de los enemigos de Hugo Chávez. “Pensábamos que no venderíamos 3.000 ejemplares y vendimos 21.000”, recuerda como ejemplo de lo complejo que es pronosticar el éxito de una obra en cuanto a su nivel de ventas.
Con cierta nostalgia Sergio Dahbar termina el conversatorio con los periodistas realizando una observación sobre la diáspora de venezolanos que han tenido que emigrar. “Mis clientes se fueron del país”, afirmó. Pese a esto no se rinde, como aquel día en que decidió montar su editorial y arriesgarse a vivir de los libros:
“Hay que mantener los libros vivos”.
Fotos: María Auxiliadora Villegas