Los rostros invisibles de la marcha del 20 de mayo en Barcelona
Estos son los rostros invisibles para los medios catalanes que participaron en la marcha del 20 de mayo en Barcelona, o lo que es lo mismo, los rostros que se negaron a ver, porque a la concentración que celebraron los venezolanos en la Ciudad Condal no asistió la TV, ni la radio, ni tan siquiera un fotógrafo de la propia tierra, ninguno hizo acto de presencia. No es un reclamo. Es una simple reflexión que inevitablemente nos remite a las posibles razones políticas y/o ideológicas que han motivado aquellas ausencias.
Pese al acaso pretendido vacío, nadie echó de menos las cámaras ni los micrófonos. Decenas de turistas y barceloneses hicieron de reporteros, tomaron sus propias imágenes y se mostraron interesados por la situación de nuestro país mientras un enjambre de personas, entre venezolanos y ciudadanos de otras diversas nacionalidades, se congregaban a caballo entre la emotividad y el empoderamiento para honrar en una sola voz a los 50 jóvenes caídos en estos 50 días de lucha por la libertad, y para rechazar con rotundidad la salvaje represión y los innumerables desmanes de la dictadura en Venezuela.
Estas personas que los medios han decidido no ver, guardan el testimonio íntegro de cuanto ocurre allende las fronteras del Atlántico, en un país convertido por el chavismo en el coto de caza de su guardia nacional. Esta gente que fue a marchar, es la misma que un sector de la izquierda española más radical no quiere escuchar y/o silenciar porque dar voz a esos rostros es desvelar las razones que les ha obligado a entrar en la interminable espiral de mentiras.
La cooperación con el chavismo y su defensa como modelo activo del discurso reivindicativo de las izquierdas noveles de España durante su germinación política, ha derivado en un estrepitoso y continuado error que cada día resulta más notorio. Proteger un régimen que vulnera las libertades de todo tipo, se convierte entonces en un boomerang al que hay que dominar con las artes de Uri Gueller. Solo el ilusionismo y la asunción de una inevitable autocondena a la eterna mentira, será la manera de mantener vivo el discurso chavista por estos lares (insostenible ya en la propia tierra), y de evitar el cuantioso coste político que del desvelo de tal error derivaría.
Estos son los rostros que pese a las afrentas y el luto, encuentran el coraje y la decisión para avanzar en una lucha por la recuperación de su patria.
Estos son los venezolanos que claman por elecciones libres, por la apertura de un canal humanitario, por la libertad de los presos políticos, por el respeto a la Constitución y al Parlamento. Son ellos quienes a pesar de vanos intentos por ocultarlos y silenciarles, ponen la voz en cada rincón del mundo a los millones de civiles atrapados entre la miseria y la violencia que ha sembrado este gobierno. Aunque lo intenten de todas las maneras, jamás podrán desconocerlos, están movidos por una verdad incontestable y por el firme propósito de erradicar del propio verbo las palabras muertes y destrucción.