Maldades de la embajada de USA
I
Cuando tenía 17 años, vivía en Villa de Cura y pertenecía a la Juventud Comunista de Venezuela. Allí conocí a una dama a quien llamaban Diana, la húngara. Una bellísima mujer a quien nunca le dije nada que no fuera político, ya que en el partido, nos decían que viéramos a las muchachas como hermanas de lucha y no como mujeres apetecibles. Así que, como un gafo y por más de un año, intenté disfrutar de su intelecto revolucionario, y no de sus pródigas curvas.
Un día, el camarada Mamagüela, encargado de nuestra catequización comunista, dijo:
- Camarada Iky -esa ridiculez era mi seudónimo- hemos notado que tiene desviaciones pequeño burguesas y que es fanático de unos tales Beatles, peludos ingleses que representan la decadencia del imperialismo internacional. Así que, decida: ¿la gloriosa Juventud Comunista de Venezuela o esa podredumbre burguesa?
Trémulo de alegría, respondí:
- ¡Me quedo con Los Beatles!
Ese día salté la talanquera hacia la derecha, pero a la de verdad, a la progresista, a la que hace que el mundo avance. El camarada Mamagüela, con voz de maestro traicionado, dijo:
- Camarada Iky, lástima que haya sido captado por agentes de la embajada norteamericana.
- Camarada Mamagüela –respondí- ¿Usted cree que los gringos son locos para venir a este calorón de Villa de Cura a captarme?
Me despedí de la bella húngara anhelando que también ella saltara la talanquera. Pero no. Me dio un abobado beso en el cachete y más nunca la vi.
Muchos años después, me tropecé con un dirigente adeco quien era nuestro “enemigo político en Villa de Cura”. Me contó algo insólito.
- Claudio, ¿recuerdas a Diana, la húngara?
- ¡Claro!
- ¿Ella no te dio nada?
- ¿Nada de qué?
- Tú sabes…
- No entiendo
- La húngara me contó que ustedes los comunistas eran fastidiosos y castos, así que, en Maracay, ella se derrapaba conmigo y con un dirigente copeyano de origen húngaro.
Después de 40 años me sentí el hombre más pendejo del mundo. Otra razón para rechazar al comunismo.
II
Un comunista fanático llega a su casa y encuentra a su mujer en la cama con un dirigente adeco del barrio. Arrecho, lleva su mano a la cintura y desenfunda un spray de color negro. Sale a la calle y hace una pinta en la pared de su casa:
NO PASARAN. ¡EL PUEBLO UNIDO JAMÁS SERÁ VENCIDO!
Luego, corre a la embajada norteamericana en Caracas, y escribe:
¡YANKEES, GO HOME! OBAMA, DEROGA EL DECRETO ¡YA!
Dos ejemplos de cómo los gringos siempre han violado la sagrada soberanía de Venezuela.