El Trombonista del Titanic
Algunas de mis amadas mujeres me han montado los cachos y me han maleteado. He perdido casi todo: 2 apartamentos, 9 neveras y 14 televisores. Sin embargo, no me hundo. Comienzo de cero y me vuelvo a enamorar.
Con este gobierno también debemos empezar de cero. Somos como la tripulación y los pasajeros del Titanic, incluyendo al trombonista que tocó el día de la tragedia.
Mientras el Titanic se hundía, este músico, junto con sus compañeros, tocaba alegres canciones. Aterrorizados, algunos soltaron los instrumentos y se lanzaron al agua. Pero el del trombón, no. Cuando llegó el momento inevitable, se lanzó y la maleta del trombón flotó, salvándolo.
No me gusta este gobierno, entre otras cosas, porque ha desmejorado nuestra vida. La vida es una casualidad tan increíble, que tenemos derecho a vivirla y de la mejor manera.
Recordemos que algún día fuimos cuatrocientos millones de espermatozoides y un óvulo viviendo en dos personas que seguramente ni se conocían. La vida es una sola y muy cortica, y tiene sentido en la medida en la que podamos ser felices.
La felicidad colectiva depende de la felicidad individual, del cariño que nos dieron nuestros padres cuando éramos niños. La felicidad, en sí misma, es una paradoja, es etérea, es invisible y como la libertad, se concientiza sólo cuando no se tiene.
El fenómeno Chávez-Maduro no es nuevo. Han existido muchos casos en la historia, pero a la larga, ninguno tuvo éxito. Lo malo es que sus errores y maldades, atrasan, destruyen y hacen sufrir a detractores y a seguidores.
No estamos luchando contra un gobierno. Lo hacemos contra un sistema económico, social y político anacrónico, fracasado e incoherente que nos impide ser felices. Muchos nacimos de padres que crecieron en barrios como El Guarataro. No importa donde hayamos nacido, lo importante es no dejarnos vencer ¡Así es la vida! No podemos ceder ni un milímetro en nuestro afán individual de progresar y ser felices.
Soy rico y muy feliz, lo que no tengo es dinero. Ser rico es muy bueno y ser pobre no impide ser feliz.
Creo en la salida electoral y democrática. No podemos continuar permitiendo que estos dementes terminen con lo poco que queda de país. Nuestras instituciones se han desmoronando ante nuestros ojos. Ya casi no queda nada que destruir.
El capitán está asustado. Divisa un iceberg llamado voto que irremediablemente hundirá este barco socialista.
Seamos el iceberg y el optimista trombonista del Titanic a la vez.